Con el Gran Malecón, el sitio más visitado de Colombia, Barranquilla volvió la mirada al Río Magdalena
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Gran Malecón

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El mito de la fundación de Barranquilla

Es hora de que Barranquilla asuma los resultados de la investigación de los historiadores más recientes.

Como ser humano y como investigador uno entiende el papel de los mitos en la vida de las personas. Estos sirven para vivir, para sobrellevar o soliviantar las cargas de la existencia, mediante explicaciones de sentido común o de carácter fantástico.

Así mismo, el mito ha servido de instrumento de cohesión social y para el funcionamiento de comunidades en el plano espiritual, en los rituales que le dan sentido a la vida colectiva o en las interpretaciones que sustentan un modo de ser o de entender la naturaleza o la sociedad.

Los mitos viajan en el vehículo de la tradición oral, de la religiosidad de los pueblos o en las narraciones literarias. Hacen parte de la mentalidad colectiva y pueden entenderse como una estructura simbólica muy resistente al cambio, especialmente en las comunidades que viven de ellos y para ellos.

"Barranquilla su pasado y su presente". José Ramón Vergara y Fernando Baena

El mito puede ser explicado científicamente utilizando las herramientas de las ciencias sociales, pero este no marcha por el camino de la ciencia, no es ciencia, pues su estirpe está más cerca del espíritu de la religión o de la expresión literaria.

La explicación mitológica no se rige por el carácter de veracidad y rigurosidad del enfoque científico, sino por el de la fantasía, el de la conjetura espontánea sin soporte científico.

"Barranquilla pasado y presente". 1922

El mito de la fundación de Barranquilla es un mito, aunque tenga pretensiones científicas. Su interés consistió en dotar a la ciudad, en el siglo XIX, de un proceso de fundación, pero sin aportar las pruebas requeridas cuando se organiza un análisis histórico sobre cualquier fenómeno.

En el campo de la historiografía contemporánea las fuentes sirven de unidades de información de las cuales se obtienen los datos o indicios que le dan solidez a los asertos elaborados por el historiador. Esas fuentes también son útiles para corroborar o probar tales asertos.

Es decir, el discurso histórico resulta del análisis minucioso de los acervos documentales relacionados con un objeto de estudio y del encausamiento de la narración mediante los patrones teóricos, técnicos y metodológicos que maneja el investigador.

La historia científica actual resulta del diálogo entre un investigador adecuadamente preparado y unas fuentes que son testimonio de lo ocurrido, sin las cuales no puede haber historia, pues allí reposan los datos que emplea el historiador para elaborar su discurso y que, a la vez, son la evidencia de que lo sucedido ocurrió.

Sin fuentes y sin preparación adecuada del investigador no se puede construir una historia analítica de fondo, lo que hoy se llama una historia científica. Aquí está la clave que permite entender por qué los historiadores aficionados del siglo XIX no pudieron explicar científicamente los orígenes de Barranquilla y por qué se fueron por la ruta del mito.

Cabe aclarar que ellos actuaban de buena fe, querían aportarle a la ciudad e hicieron lo que podían en el marco de las condiciones del siglo XIX en Barranquilla. Estaban convencidos de que no realizaban una explicación fantasiosa, sino ceñida a la verdad.

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En aquellos tiempos no existían los archivos con que se cuenta hoy ni las carreras para formar historiadores que ahora existen en todo el país. El acceso a los recursos bibliográficos era muy limitado y los historiadores aficionados eran políticos, publicistas o empresarios preocupados por la historia de la urbe, pero que carecían de la más mínima preparación historiográfica.

Ubicando en el tiempo y el espacio a los protohistoriadores de Barranquilla se comprende mejor sus limitaciones y se puede explicar de modo más conveniente las condiciones en las cuales produjeron su narración sobre la fundación de Barranquilla.

El mito más conocido sobre esa fundación fue el aparecido en un libro de principios del siglo XX que se convirtió en una referencia obligada, aunque el texto original del mito había sido publicado antes, en los años 70 del siglo XIX (Este es el libro: José Ramón Vergara y Fernando Baena, Barranquilla, su pasado y su presente, Taller Tipográfico del Banco Dugand, Barranquilla, 1922).

El mito de la fundación por unos aborígenes galaperos que venían siguiendo a sus vacas se publicó bajo el nombre de Fundación de Barranquilla. Versión del señor don Domingo Malabet, el cual aparece a partir de la página 69 del libro mencionado arriba.

Vergara y Baena hacen conocer este trabajo destacando que se apoya en la tradición oral y que se publica porque no existe nada más sobre el asunto de la fundación de la urbe.

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Este es otro problema de los relatos con pretensiones históricas de aquellos tiempos: muchos tenían como punto de partida las tradiciones orales y se sabe que para resolver un problema como el de la fundación no se puede acudir a las tradiciones orales, sino a los archivos y a la habilidad de los historiadores preparados.

Las tradiciones orales pueden servir de objeto de estudio en la investigación histórica, y son muy útiles en la vida social para trasladar prácticas culturales, religiosidad, costumbres sociales y hasta saberes ancestrales. Pero no son adecuadas para enfrentar un problema como el de la fundación, pues suelen prestarse para la especulación o para la transmisión de ideas poco fundamentadas.

El apoyarse en la tradición oral le dio cuerpo al texto de Malabet, pero sin mucha fundamentación en los datos de otras fuentes y dándole vía libre a la imaginación a secas, la cual no se puede probar con nada porque es solo especulación imaginativa.

De ahora en adelante citaré apartes del texto de Domingo Malabet para probar lo expresado con antelación. Es lógico que la confrontación de visiones, la crítica histórica, compara un producto intelectual de otro tiempo con la manera de tramar la historia en el ahora. Esto no solo es posible, sino necesario y pertinente por el objetivo de desmontar el mito de la fundación de Barranquilla.

Dice el señor Domingo Malabet: “Allá por los años de 1620, los pobladores del vecino pueblo de Galapa, que se ocupaban con buen éxito en la agricultura y en la cría de toda clase de ganados, porque aquellos terrenos estaban cubiertos de pastos naturales, y tenían abundancia de aguas, comenzaron a notar que estas disminuían gradualmente, año tras año, hasta que los vecinos tuvieron que adoptar el único recurso que les quedaba para conservar sus ganados, que era pasarlos a la ribera del Magdalena en la estación veraniega. Así lo hicieron durante algunos años; pero llegó una época en que la falta de lluvia fue tal en esta estación que puede afirmarse que la escasez de aguas en la época respectiva fue absoluta y todas las aguadas conocidas, todas las charcas que retenían aguas durante el invierno y gran parte del verano, se secaron casi súbitamente. Y cuando menos lo temían, los ganados después de haber consumido la última gota de agua existente, se salieron de los montes y entraron en el sitio sedientos, agotaron el resto de agua que encontraron en las antiguas charcas, entraron en los patios y agotaron la que encontraron en las casas, recorrieron el pueblo de un extremo al otro, y bramando se volvieron hacia los montes.

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Al día siguiente todo el ganado escotero que pastaba en aquellos terrenos en completa soltura, había desaparecido –se había desbandado, tomando diferentes rumbos, en vía hacia el Magdalena, en cuyas orillas acostumbraba pasar el verano. Todavía no había caminos, había solo trochas tortuosas amontadas por el desuso, o por el abandono; pero el ganado apurado por la sed, guiado por su propio instinto, trazó líneas rectas que acortaron las distancias, atravesó los montes y llegó al Magdalena en pocas horas (…). Cada grupo ocupó la parte que le plugó (sic), y allí permaneció hasta que los dueños o los pastores, siguiendo sus pasos, fueron llegando tras ellos. La mayor parte del ganado que salió de los montes de Galapa tomó rumbo hacia el norte, trasmontó la sierra y descendió hasta el lugar llamado entonces las ‘Sabanitas de Camacho’.  Aquel fue el lugar escogido instintivamente por el ganado, y llegó a ser el punto común de estancia de todos los ganaderos, los que obligados a pasar allí aquel prolongado verano, tuvieron que construir algunas habitaciones. Así comenzó la existencia del lugar llamado Camacho (…). Tan luego cambiaron las cosas algunos se volvieron a Galapa con sus ganados, los otros se quedaron y aprovecharon lo que aquellos abandonaron” (pp. 69-70).

Es increíble que una narración tan fantasiosa como esta se haya convertido, por muchas décadas, en el mito fundacional de Barranquilla. La mayor parte de lo que contiene esta cita es pura imaginación desbocada del autor, que no supo o no pudo probar con fuentes los asertos que construía.

Todas sus aseveraciones sobre sitios creados por los galaperos en las riberas del Magdalena han sido desmontadas por los investigadores del siglo XX, sobre todo por José Agustín Blanco Barros (Véase: El Norte de Tierradentro y los orígenes de Barranquilla, Banco de la República, Bogotá, 1987).

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El relato mítico sobre la fundación de Barranquilla se corona de la siguiente manera: “Decididos los primeros ocupantes del terreno a fijar en él su residencia definitiva, invitaron a sus amigos ausentes, llamaron a sus parientes y allegados y comenzaron los desmontes y la demarcación de solares, sin atender a reglas de ninguna especie y cada uno obró según su leal saber y entender. Esto sucedía en el año de gracia de 1629, según lo afirma el señor Juan José Nieto en su Geografía de la Provincia de Cartagena, publicada en 1839” (página 75).

¿De dónde sacó la fecha de la fundación de Barranquilla el señor Domingo Malabet? Como él mismo lo expresa, de un libro de Juan José Nieto (Hay edición reciente de esta obra: Juan José Nieto, Geografía histórica, estadística y local de la provincia de Cartagena, República de la Nueva Granada, descrita por cantones, Alcaldía de Cartagena de Indias, 2011).

¿Y cuál es el origen del año 1629 que plantea Juan José Nieto como la fecha de la fundación de Barranquilla? Todo parece indicar que es, también, la tradición oral, pues en su libro tampoco entrega la fuente de donde tomó ese dato.

El texto de Domingo Malabet contiene un error garrafal, derivado de su falta de formación histórica. Malabet no sabe que no estaba hablando de una fundación, sino de un proceso de aglomeración espontánea, en el supuesto de que este hubiera sido provocado por los aborígenes galaperos exclusivamente.

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En la época colonial solo fundaban villas y ciudades aquellos que tenían autorización de la Corona española. Ese acto de fundación quedaba plasmado en un documento que luego se archivaba. Y tal fuente histórica es la materia prima indispensable para saber qué y cuándo se fundó y para probar una fundación.

Los “surgideros” (lugares, sitios) que aparecieron en esos tiempos (más de 1500 en América) fueron lugares o sitios que se formaron por generación espontánea, no por fundación premeditada, como ocurrió con muchas poblaciones colombianas y latinoamericanas.

La gran dificultad vivida por los historiadores aficionados del siglo XIX consistió en que nunca tuvieron en sus manos el documento de la fundación de la ciudad, sencillamente porque esa fuente nunca existió porque Barranquilla no fue fundada, sino que surgió a la historia por generación espontánea.

Cuando Malabet y Nieto hablan de la fundación de Barranquilla lo hacen desde la ignorancia, pues no eran historiadores profesionales y desconocían cómo eran las fundaciones en la época colonial. Pensaban que en aquel tiempo se podía fundar como se lo hacía en su propio tiempo.

Por eso Malabet confunde una aglomeración espontánea con una fundación, asegurando que esta fue provocada por las vacas y por los aborígenes galaperos. Tampoco aporta ninguna prueba para demostrar sus asertos, y esto es típico de un aficionado que no sabe cómo se trama el discurso histórico.

La Ventana al Mundo, el monumento de la Barranquilla actual.

Su narración es vistosa y contiene destellos de calidad literaria, pero es una simple especulación sin sentido que no hay manera de probar con fuentes. En historia, todo lo que plantea el historiador debe estar sustentado en fuentes, las cuales son el origen principal de sus asertos y la prueba de lo que asegura.

Nada de eso se observa en el relato mítico de Domingo Malabet, basado en la tradición oral y carente de pruebas históricas. ¿Cómo es posible que una visión tan elemental se haya impuesto por tanto tiempo y que algunos todavía la sostengan?

Esa es una pregunta excesiva en el marco del actual análisis, pero arguyo que eso se relaciona con el poco desarrollo de la historiografía en Barranquilla hasta bien entrado el siglo XX, con el contacto escaso entre los historiadores y los medios de comunicación y con la poca divulgación de las obras históricas producidas después de 1980, sobre todo en las escuelas y universidades. Sin embargo, esta situación ha cambiado en los últimos tiempos, más que nada en algunos medios de comunicación masivos.

Con base en lo visto hasta aquí, es posible extraer las siguientes conclusiones:

a)   El relato mítico sobre la fundación de Barranquilla se produjo porque los historiadores aficionados no contaron ni con los recursos bibliográficos ni con la preparación conveniente, pues eran políticos, militares, empresarios, médicos o periodistas que incursionaron en el tema por simple amor a la ciudad.

b)   Malabet confundió fundación con aglomeración espontánea porque él carecía de los conocimientos mínimos sobre la época colonial para discernir adecuadamente la diferencia entre una y otra. Barranquilla no fue fundada en esa época y por eso no existe ningún documento que permita probar que sí fue fundada.

Parque del barrio Miramar, el más grande de la ciudad, con 39.240 metros cuadrados.

c)   El mito de la fundación de Barranquilla es mera literatura fantástica sin ningún fundamento histórico. Todo lo que escribió Malabet es el resultado de su capacidad de imaginarse cosas, más no de analizar los datos de las fuentes de la época colonial con criterio científico para elaborar un conocimiento más sólido.

d)   Es hora de que Barranquilla asuma los resultados de la investigación de los historiadores más recientes, para abandonar el enfoque mitológico sobre sus orígenes. Lo ideal es que en las escuelas y universidades esos nuevos saberes tengan más espacio, como está ocurriendo en algunos medios de comunicación de masas. Este es el mejor camino para desmontar el mito. No hay otro mejor que ese.

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